domingo, 21 de octubre de 2012

Una propuesta para racionalizar gastos.

Siendo que actualmente se debate acerca del copago y repago y se anuncia la imposibilidad de mantener la gratuidad de diversos servicios públicos, esta podría ser una propuesta para,sin dejar de prestar un servicio, garantizar su mantenimiento en el tiempo.
A todos nos preocupa el mantenimiento de las subvenciones del estado en sanidad, educación, etc, sin embargo, tras largos años de disponer gratuitamente de estos servicios o a un costo reducido, una gran parte de la población piensa que es un derecho irrenunciable la percepción de los mismos. Irrenunciable o no, lo que resulta indiscutible es que el poder  mantener ese derecho cuesta dinero. Hay derechos que se conquistan una vez y se pagan toda una vida, no obstante, si tras conquistar el castillo, valga el símil, olvidamos invertir en su mantenimiento, el castillo se derrumba.
En una situación de recesión económica, de grave crisis, antes de afrontar una eventual incapacidad para mantener el sistema público educativo, cabría plantearse una fórmula del estilo a la siguiente: los estudiantes que, acabada su carrera en una universidad pública, se incorporen a un puesto de trabajo remunerado conforme a la categoría laboral a la que pueden optar por causa de su titulación universitaria, habrán de revertir una parte de su salario equivalente al gasto previo proporcional que supusieron sus estudios, en la cuenta del Estado para el sostenimiento del sistema educativo.
Abogados, médicos, procuradores, son profesionales bien pagados que han estudiado muchas veces en universidades públicas con lo cual, sus estudios han costado dinero al Estado y siendo
la situación económica complicada, es de justicia implicarles en la viabilidad del mantenimiento de las mismas oportunidades que han disfrutado para próximas generaciones de estudiantes. Habría que estudiar propuestas de este tipo.

He dicho y pienso,

Undive

sábado, 20 de octubre de 2012

Crisis, recortes y estado de bienestar

La crisis que vivimos, con un déficit del estado abultado y dificultades para colocar la deuda soberana incluso a tipos de interés muy elevados que le son exigidos al estado emisor, hace que resulte ineludible el rebajar el déficit y esto supone el tener que proceder a recortar en los gastos del estado. Una gran parte de estos gastos, son los que van destinados a soportar los elementos que conforman el estado de bienestar, de lo cual se deduce que es del todo necesario recortar en estos gastos para poder aproximarse a un equilibrio presupuestario, si bien, en un examen más crítico, también facilmente podemos achacar llegados a este punto, una mala gestión de los recursos a los gobernantes de la nación que han permitido que se alcance la situación que hace necesaria e inaplazable una revisión drástica de las prestaciones públicas. El gobierno, ante la responsabilidad de hacer frente a sus vencimientos de deuda y constantemente necesitado de mantener una imagen de deudor solvente, tiene poco margen de decisión, habrá de quitar de allí o allá, pero habrá de quitar para poder pagar y es en este margen donde caben la discusión las críticas y las desavenencias pero sólo dentro de la comprensión del hecho de que el gobierno, de alguna manera, ha de pagar y mantener su imagen de solvencia. El oponerse a cualquier tipo de recorte del gasto en esta situación, es un claro caso de demagogia o ignorancia supina.
Es estado de bienestar habrá de verse reducido en cuanto a prestaciones públicas como mal menor antes de alcanzar el colapso del mismo. El mantener
las prestaciones a toda costa, a base de aumentar indefinidamente el déficit, resulta totalmente insostenible y es el emprender el camino al desastre. Una disminución transitoria y planificada de las aportaciones del estado a los servicios sociales, puede alargar la prestación de los mismos y permitir su estabilización en el tiempo, dando ocasión a la reposición de los servicios previamente descartados al mejorar la situación económica. De otra manera, el ignorar la capacidad real de sustentación de un sistema que se trata de mantener en toda su amplitud a pesar de la inviabilidad económica de la empresa, supondrá finalmente la voladura de los mismos cimientos del sistema, lo que sin duda será garantía de largos años de carencia de un estado del bienestar que habrá no ya de recuperarse cuando la situación económica mejore, sino que se tendrá que reimplantar con el consiguiente coste adicional en recursos.
Es recomendable no emplearse en planteamientos demagógicos y ceñirse a la racionalidad económica.

He dicho y pienso,
Undive.

domingo, 14 de octubre de 2012

El caso catalán

El caso que actualmente ocupa las portadas de los distintos periódicos, así como los espacios informativos audiovisuales y de las emisoras de radio, no es sino un caso de libro. Digo esto porque estudiando cualquier tratado sociológico acerca de los nacionalismos contemporáneos, vemos como la teoría se traslada a los hechos de manera extraordinaria en el caso del nacionalismo catalán. Esto es así porque el nacionalismo moderno no es sino un invento sumamente artificioso en su proceso de creación y asentamiento, peo no es un invento nuevo.
El objetivo secesionista no es el fin del nacionalismo, sino tan solo un hito en el camino. Es un hito desde luego trascendente ya que, en el caso catalán se pretende alcanzar sin respetar la vía legal y una vez superado este punto, la legalidad deja de ser un obstáculo para convertirse en una herramienta de homogeneización del pueblo, siguiendo la máxima: "un pueblo, una nación". Este propósito de excluir al diferente, al que no resulta asimilable por la nueva realidad nacional, redunda en una necesaria tiranía gunernamental que, de facto, solapa cualquier     libertad individual que en una democracia habría de ser reconocida como irrenunciable. El hecho mismo de la construcción nacional catalana, atenta contra la pluralidad de la sociedad, ya que en su estrategia, excluyen a quienes no hablan la lengua catalana, la cual, herramienta del movimiento independentista, se realza como necesaria para el enriquecimiento y mantenimiento de la cultura étnica, a la vez que sirve de instrumento de exclusión de los "diferentes". La lengua es, de hecho, el recurso principal a la hora de discriminar la parte de la ciudadanía que habrá de ser víctima de la limpieza étnica.
El nacionalismo no se basa en realidades históricas, las inventa, tergiversa la historia, potencia las diferencias y fabrica intereses incompatibles con la convivencia democrática. La manada de seguidores, influenciada por lo medios de comunicación al servicio de los líderes independentistas, se muestran entusiasmados con las promesas de las élites y carecen momentáneamente de capacidad para darse cuenta de que su embestida contra la pluralidad y la convivencia, perjudica a una gran parte de la población que disiente de los métodos empleados y el fin buscado.